Registrado en Safe Creative

BIO

“...el principio, el medio y el fin, el nacimiento, el aumento y la perfección de todo lo que vemos, se hace a partir de contrarios, a través de contrarios, en los contrarios, hacia los contrarios, y que donde hay oposición allí hay también acción y reacción, hay movimiento, hay diversidad, hay multitud, hay orden, hay grados, hay sucesión, hay alternancia vicisitudinal.”
Giordano Bruno

Elí de Sibari


Nacido en los primeros y engañosos días de frio invernal; en Noviembre; mes de poetas rotos y cumbres borrascosas de salita de estar;con el calorcito taciturno del hogar, embravecido por la madera aún húmeda que piafaba entre las llamas, con el aguerrido chisporroteo de la resina fresca y protegido por las gruesas paredes pétreas de nuestra centenaria casa solariega. 

Alrededor de ella se extendían en formación unas cincuenta hectáreas de cultivo dedicadas alternativamente al cereal y al cáñamo, entre los que podían encontrarse muchas plantas de una exquisita variedad enteogénica, que iluminaba los rostros y los corazones en las apasionantes noches de tertulia literaria organizadas por mi madre.

 Nuestra vivienda reposaba sobre una gran llanura pantanosa pero fértil desparramada sobre el Golfo de Taranco, en el Mar Jónico. 

Juno, mi señor padre fue un gran hombre; tan bajito que su pequeño cuerpo nunca pudo soportar un corazón enorme, y vivió dedicado abnegadamente a criarnos e intentar educarnos; a cinco sibaritas y a los extensos campos de cáñamo en los que desaparecía a contemplar las aves, su pasión mas secreta.

 Pero si de alguien se grabo en mi carácter, una referencia de porque luchar siempre y no rendirme jamás, fue de la persona que me parió a este mundo irreverente, Antonina, mi amorosa madre.

 En casa nunca faltaron los libros que llegaron a ser nuestros maestros primero, e inseparables compañeros el resto de nuestras vidas. Las tardes de verano, en las que la brisa del mediterráneo flotaba mansamente en los dorados campos preparados para la siega, ondulando los altos tallos con un balanceo emotivo y sensual, mi madre se sentaba sobre un vetusto banquito de enea, a esperar a Padre a la vuelta del duro día de trabajo.

 Con el cuerpo sudoroso, cubierto de briznas de hierba reseca, lo primero que hacía el patriarca era besar a mi madre con un largo y tierno beso; luego por turnos nos asaetaba a preguntas sobre cualquier tema que se le antojara, incitándonos a navegar entre los textos hasta encontrar las respuestas a todas nuestras dudas. 

En nuestra casa familiar siempre compartimos un lema primordial: “Leas lo que leas, saca tus propias conclusiones” a lo que mi padre añadía de su puño y letra recordando su pasado republicano: 

   -Cuando un hombre sigue a otro hombre, o acaban juntos en una venta, hartos de vino, o en el abismo profundo de la estupidez. Nunca sigais los dichos de nadie. No seáis borregos-...





Elí de Sibari